Se suena la nariz como si acabase de despedir a un ser querido, saluda con la mano mientras suelta una lagrimita para que los demás puedan verla. Dirige una última mirada hacia la ventanilla del segundo vagón, y se queda allí, parada, mientras observa cómo se pone en marcha la locomotora para alejarse poquito a poco. Y qué más da que ni siquiera eche humo, piensa, y qué importa que ese no sea un tren de verdad.


mayo 9th, 2012 at 5:23 pm
Hola, Mª José, vuelvo a encontrarte. Me encanta este y el anterior y el de más allá también. Un placer leerte.
Un abrazo.
mayo 16th, 2013 at 8:36 am
Qué mas da, si casi siempre los trenes no son trenes ni echan humo ni las despedidas son despedidas.
Saludos
Antonio