Hoy me toca devolver la presentación y el homenaje (mínimo), que espero que a estas horas ya no se esté esperando. El señor Alberto Haj-Saleh, también conocido como Fanshawe por estos lares, estrena hoy columna en Libro de Notas.

Entre sus muchas peculiaridades citaría, quizá, el hecho de que nunca estoy del todo segura de cómo se deletrean ninguno de sus nombres (bueno, ‘Alberto’, sí), la capacidad que tiene, cuando quiere, de ponernos a todos los vellos de punta con lo que escribe y que es el CULPABLE de que yo empezara a escribir microrrelatos. Todo por un extraño cuento de australianos desnudos.

Teatro abandonado es microteatro con un antes y un después desaparecidos. Hoy se estrena con Intervalos regulares.

Qué hacéis leyendo aquí todavía.

No me gustan los aeropuertos en hora punta. Estoy seguro de que en medio de tal amalgama de gente hay, como mínimo, un policía corrupto, un suicida, un marido cornudo, un claustrofóbico, una bailarina, una pareja de prometidos a punto de casarse, un matrimonio a punto de divorciarse, alguien que va a morir mañana, un cantante famoso, una persona muy triste, un terrorista, un adolescente fugado, un asmático, una mujer maltratada, un escritor, alguien que esconde un arma, un futbolista, un funcionario, un violador, un hombre que no tiene amigos, un niño huérfano, un maníaco, una chica de la que podría enamorarme, un político, una actriz norteamericana, un asesino y alguien que se parece mucho a mí.

Mirarlos a la cara, uno a uno, y no saber quién es quién es lo que me pone nervioso.

Sueña la Bruja del Este que es un ama de casa con los rulos siempre puestos y una receta estupenda de buñuelos de viento.

Sueña el Príncipe Azul que es un funcionario público detrás de una ventanilla que pone sellos de hasta tres colores distintos.

Sueña el Hada Madrina que es maestra de escuela en un pueblo pequeño y amante discreta de un hombre casado.

Sueña el Viejo Dragón, en su cueva, con la partida de dominó de los sábados a ritmo de chatos de vino y aceitunas sin hueso.

Cada mañana, todos despiertan con la triste conciencia de quien se sabe preso y sin salida en un mundo de fantasía.

Los zapatos de Ígor Bóvarich siguieron caminando muchos años más antes de darse cuenta de que su dueño, cansado ya de tanto viaje, se había instalado por fin en un pueblo pequeño del Norte de Nebraska. Todavía se rasca la cabeza preguntándose qué habrá sido de ellos.

Cuentos Mínimos en Libro de Notas.

Y no, el título de este post no es una obviedad: es el nombre de la nueva columna mensual de cuentitos que publicaré en Libro de Notas los días 15 de cada mes. Que me hayan propuesto colaborar allí me parece todo un honor, así que espero estar a la altura de las expectativas. No hace falta decir que están todos invitados a la cita.

La razón de ser de esta bitácora, por otro lado, es la de convertirse con el tiempo en un compendio de mi trabajo. Por ese motivo todos los cuentos que aparezcan en Libro de Notas me los traeré también aquí de forma sistemática a partir del día siguiente de su publicación. Así cada uno podrá ponerme a caldo en el sitio que más le convenga.

Por último, los agradecimientos: la ilustración de la cabecera es una acuarela original de mi hermana pequeña (o Hermana Mínima, como ustedes quieran… en breve les hablaré un poco más de ella porque está a punto de estrenar web), y el texto de presentación y, en el fondo, la culpa de todo esto, no es de otro que de Fanshawe en persona. Gracias a ambos de todo corazón.